Gloria Narváez fue liberada el pasado 9 de octubre. La policía colombiana dice que los servicios de inteligencia de Francia, España y el país africano fueron claves en su liberación
—”Hola, hermana. Bienvenida a la libertad”
Édgar Narváez soñaba con decirle esa frase, tan común entre los secuestrados que recuperan la libertad en Colombia, a su hermana, la monja Gloria Narváez, secuestrada en Malí por un grupo yihadista vinculado a Al Qaeda.
Después de cuatro años y ocho meses pudo pronunciarla en una corta llamada entre Pasto, en el sur de Colombia, y Roma, donde se encuentra la religiosa colombiana ahora. Las llamadas eran un ritual en esta familia católica: cada jueves, antes del secuestro, la hermana hablaba por teléfono con su madre, de 84 años desde el país donde estuviera en misión. La señora falleció esperando su regreso.
La noticia de su liberación, el 9 de octubre pasado, se celebró en Bogotá, en El Vaticano y en la pequeña parroquia de Karangasso, a unos 400 kilómetros al sur de Bamako, donde todo comenzó. “Cuando sus captores arrestaron a una de las monjas de la comunidad, ella salió y les dijo: soy la mayor, la encargada. Déjenla ir. Entonces los secuestradores liberaron a la monja y se llevaron a la hermana Gloria Cecilia Narváez”, contó Noemí Quesada, líder de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada sobre aquella tarde del 7 de febrero de 2017. Por eso, en muchas comunidades destacaban su carácter heroico y pedían su liberación.
Narváez, de 59 años, trabajaba como misionera desde 2002 en África. Primero estuvo en Benín y en 2017 se trasladó a Karangasso a reemplazar a una monja por tres meses. “Cuando vino de vacaciones a Colombia antes de ir a Malí le rogamos que no se fuera. Pero ella fue clara en que su vocación es ayudar a los más necesitados”, asegura su hermano desde Pasto.
Esa fue la última vez que la vio en persona y luego solo ha podido verla a través de las pruebas de su supervivencia. Fueron en total ocho pruebas de vida: algunas publicadas por el grupo armado y otras conseguidas por una comisión de la policía colombiana. La más reciente se remonta a julio de este año, pero es una carta fechada en febrero que Édgar Narváez recibió a través del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Escrita a mano y en mayúsculas, lo que le indicó a su hermano que sí era ella, decía que “esperaba recuperar la libertad”.
Los detalles sobre su liberación siguen siendo reservados, dice a EL PAÍS el coronel Gustavo Adolfo Camargo, subdirector de Antisecuestro y Antiextorsión de la Policía de Colombia. Sin embargo, asegura que en la operación participaron los servicios de inteligencia de Francia, España y una comisión de agentes colombianos que se había trasladado a Malí en 2017 y tenía como objetivo recabar información y enviar mensajes que mantuvieran con vida a la religiosa. Lo mismo aseguró la Presidencia de Malí en un comunicado: es “la coronación de cuatro años y ocho meses de esfuerzos conjugados de varios servicios de inteligencia”.
“Creemos que tener conocimientos de primeros auxilios le ayudó a mantenerse con vida porque curaba a los heridos del grupo y a otros secuestrados”, dice Camargo. Él fue uno de los agentes que vivió en Malí por temporadas para hacer gestiones y ubicar la zona del cautiverio. “Sabíamos que la movían de campaña en campaña por el desierto del Sahel. Tratábamos de enviar mensajes al grupo con gente de la zona para insistir en su labor humanitaria, porque este grupo terrorista suele hacer secuestros económicos”, agregó. Narváez era la única colombiana secuestrada en el extranjero.
En agosto 2020, Malí vivió un golpe de Estado y el coronel Assimi Goita se convirtió en presidente de facto del país. Junto a él apareció la hermana Gloria el pasado 9 de octubre. Camargo cree que el cambio de Gobierno en Malí favoreció la liberación de la religiosa, pero evita profundizar de qué manera.
Pocos meses después, fue liberada la trabajadora humanitaria francesa Sophie Pétronin, quien compartió cautiverio con Narváez y alertó sobre su estado de salud. “Su espíritu cede, debemos hacer todo lo posible para sacarla de allí”, dijo en ese momento. Junto a ella fueron liberadas otras cinco personas supuestamente a cambio de la excarcelación de al menos 200 presuntos yihadistas. Por esa misma época habría sido asesinada la misionera evangélica suiza Beatrice Stockly, que también estuvo secuestrada junto con la religiosa colombiana.
Desde Roma, donde se reunió con el papa Francisco, Narváez envió un mensaje a las monjas de su congregación en Pasto. Visiblemente incómoda con un tapabocas, les dio las gracias por sus oraciones. “Estoy muy feliz de haberme mantenido con buena salud durante cinco años, gracias a Dios”, dijo la religiosa.
En Pasto, su familia dice que la ve delgada pero con buen aspecto. Saben que pasará al menos un mes más en Italia y luego viajará a Colombia, donde esperan convencerla de que retorne definitivamente.
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