Los vientos han arrastrado una enorme columna de cenizas hacia el este, sobre los estados de Puebla y Veracruz, y eventualmente sobre la Bahía de Campeche y más allá.
La preocupación sobre el estado del volcán Popocatépetl cambia según la dirección en la que sople el viento, que es el que mueve sus cenizas.
Mientras al este de la montaña los residentes barrían las calles y usaban cubrebocas, aquí, al oeste, veían sin inmutarse cómo salían gases y cenizas del cráter.
La montaña, cuya cumbre se ubica a 5.425 metros (17.797 pies) sobre el nivel del mar, se sitúa a unos 70 kilómetros (45 millas) al sureste de la Ciudad de México y es conocida cariñosamente como “El Popo”. Ha tenido emanaciones durante varios días, bañando pueblos y cultivos del estado de Puebla con una fina capa de cenizas.
“Cuando no hace nada sí nos preocupamos”, dijo Viridiana Alba, quien ha vendido flores en la plaza central de Amecameca durante 25 años. El volcán se eleva justo enfrente de su puesto. “Sabemos que ahorita que está sacando humo, eso está liberando la energía de lo que guarda”, comentó.
Los vientos han arrastrado una enorme columna de cenizas hacia el este, sobre los estados de Puebla y Veracruz, y eventualmente sobre la Bahía de Campeche y más allá.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) señaló en su reporte del martes que se siguen formando pequeños domos de lava dentro del cráter, los cuales estaban siendo destruidos por explosiones pequeñas y moderadas. Añadió que es posible que los residentes de las comunidades cercanas al volcán sigan sintiendo esas explosiones en los próximos días y semanas.
Hace tres días “mi casa vibró casi toda la noche, fue algo impresionante”, comentó Arturo Benítez, un exfuncionario local. “El sonido del volcán era fuerte, se asemeja como cuando hay un bóiler prendido y cayó bastante ceniza, pero de repente de este lado se normalizó”.
Eso fue el domingo, cuando las autoridades aumentaron el nivel de alerta, aunque aseguran que no existe riesgo en este momento para la población.
No se han ordenado evacuaciones, pero las autoridades han estado trazando rutas de desalojo, preparando albergues y miles de soldados están en alerta por si tienen que activarse.
Justo en el conocido Paso de Cortés, la pequeña carretera de montaña que atraviesa entre el Popo y el otro volcán que hay a su lado, el iztaccíhuatl —que no está activo— una veintena de unidades de Protección Civil y efectivos militares hacían guardia.
El tráfico está ya cortado y la mayoría de cabañas que normalmente atienden a turistas y visitantes están cerradas.
Cástula Sánchez, una anciana de 75 años que vende ahí comidas los fines de semana, confía en que el volcán se tranquilice y vuelvan los turistas. Ella vive en una comunidad cercana, San Pedro Nexapa, y la lava de hace casi tres décadas llegó a una ladera cerca de su casa antes de que les evacuaran pero no pasó a más.
Ahora es la encargada de “vocear” los avisos desde una mini-estación de radio que tiene en la parte de atrás de su tienda de ultramarinos. “Me traen un papelito escrito y a base de ese papelito yo lo estudio y ya informo”, dijo. Pero de momento las autoridades no les pidieron nada, sólo estar atentos.
En Amecameca, la policía entregó volantes con información sobre preparativos en caso de que el volcán incremente su actividad. Recomiendan a la población tener documentos importantes a la mano, mantener vehículos con tanque de combustible lleno, tener a disposición cubrebocas y toallas para humedecer en caso de que los residentes tengan que salir con poco aviso.
La mayoría de los residentes ya saben qué hacer, en especial los que recuerdan una erupción de 1997 que “oscureció el cielo, veías truenos… y caía lluvia de lodo”, narró Benítez.