Llevamos varios meses hablando sobre un fenómeno que, atendiendo a lo que ha ocurrido en el mundo con las cadenas de suministro, pretende modificar las prácticas que hasta la fecha habían llevado a cabo las empresas en su estrategia para reducir costes. Teniendo en cuenta la elevada concentración de la producción en China, así como la exposición que ello supone para unas empresas que han visto cómo se quedaban sin stock y, por ende, sin capacidad para vender, los empresarios, ante semejante escenario, comenzaron a buscar alternativas con el objetivo de reducir esa dependencia existente del continente asiático y, en el futuro, para evitar nuevos colapsos que comprometan sus cuentas de resultados.

El nearshoring, siendo este un concepto que ya debería sonarnos, es la alternativa escogida por los empresarios para sustituir al offshoring que se ha ido practicando hasta la fecha. Para los empresarios, acercar las cadenas de producción a sus puntos de venta es una prioridad, pues la pandemia nos ha enseñado que concentrar el 35% de la producción manufacturera a nivel mundial en China no es la estrategia más acertada. Y en ese proceso de relocalización de las distintas cadenas de valor, hay economías que están aprovechando para hacerse con ellas y optar, en esa relocalización, a ser el destino de todas esas empresas, esos capitales, esos empleos y, en esencia, todas esas inversiones que ya comienzan a huir de China, buscando esa diversificación mencionada.

México, como hemos resaltado en esta columna a lo largo de estos meses, es de esas economías que, debido a que lo precisan, están aprovechando el momento para llamar la atención de los inversores. Además, hemos de señalar que, como también hemos dicho en esta columna, hablamos de una economía que, debido a su posición geográfica, su cercanía y sus relaciones con Estados Unidos, entre otras cuestiones, no precisa mucho para llamar la atención de estos y atraer sus capitales. Pues dice un conocido refrán que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, y en estos momentos el río no podía estar más revuelto, a la vez que el país azteca, ante la falta de motores económicos y dinamismo, no podía ser más pescador.

Y hemos de señalar que las cifras que vemos en el presente nos dicen que el nearshoring, cuando atendemos a la economía mexicana, está funcionando, como dijimos en esta misma columna hace unas semanas. A través del nearshoring, muchas empresas norteamericanas, como Tesla, DHL, entre otras, o fabricantes de ropa y calzado como Vans, están cambiando sus centros de producción, trasladándolos a suelo mexicano. De la misma manera, hace poco se anunciaba la llegada de nuevas compañías al país a través de esta vía. Y todo esto ha sido contrastado por organismos como Banxico, el banco central en el país, quien ha comunicado en un informe que el 16% de las empresas a nivel nacional reportaron incrementos en la demanda de sus productos o en la inversión extranjera directa como consecuencia del nearshoring.

Tal es la situación y la importancia de este nearshoring para la economía mexicana, que este se ha colado en el Senado. De hecho, no es de extrañar que así lo haga si tenemos en cuenta que, como dijimos la pasada semana, parte del crecimiento registrado se debe a esta práctica. Así, en la comparecencia ante el Senado, la titular de la Secretaría de Economía, Raquel Buenrostro, destacó que se ha observado la llegada de más empresas extranjeras a México que buscan beneficiarse de la cercanía con Estados Unidos. Además, de acuerdo con Banxico, más de 400 empresas tienen la intención de relocalizar operaciones productivas de Asia a México.

En resumen, el nearshoring es una auténtica realidad a la luz de los datos. Y esto, en un escenario como el actual, da alas a una economía como la mexicana; una economía que precisa motores de crecimiento, pero que ya cuenta con uno de ellos funcionando a pleno rendimiento.

Por admin

Los comentarios están cerrados.