El éxito de películas como ‘Coco’, de Disney, y la saga de James Bond, ‘Spectre’, le cambiaron parte del significado a esta tradición que se ha posicionado internacionalmente

Araceli López tiene casi 15 años viviendo en Chicago, cerca del barrio Pilsen, pero recuerda bien que hace apenas unos cuatro o cinco años se vive un bum con el Día de Muertos. “Es muy bonito ver que tu cultura esté en todos lados, aunque como todo, va cambiando mucho, antes no era así”, dice la inmigrante mexicana de 31 años. “Ahora ves catrinas y gente pintada de calaverita o sugar skull por todos lados”, refiere.

El auge de productos inspirados en la tradicional fiesta mexicana de Día de Muertos ha roto las fronteras y se ha trasladado a varios países, principalmente a Estados Unidos, pero también a otros lugares del continente y Europa, donde es frecuente ver paquetes de maquillaje para disfrazarse de catrinas, mantas estampadas con flores que simulan ser de cempasúchil o tocados enormes con flores que se dicen muy mexicanos. Basta hacer una búsqueda rápida en Amazon para notar la cantidad de productos que se venden en nombre de este ancestral festejo que cada vez está más cerca de los escaparates y lejos de la cultura indígena.

El valor de una tradición

Ponerle precio al Día de Muertos podría parecer imposible para algunos, pero puede cuantificarse a través de los productos dedicados al festejo. Por ejemplo, poner un altar dedicado a los difuntos en nuestro país tiene un costo promedio de 1.609 pesos (unos 82 dólares), de acuerdo con un estudio de la firma de seguros y consumo HelloSafe. Ahora bien, un disfraz de Catrina va de los 700 pesos a los 1.500 pesos en tiendas en línea, y un servicio profesional de maquillaje cuesta entre 1.500 y 2.000 pesos.

El pan de muerto, por ejemplo, puede costar desde 16 pesos la pieza en una panadería tradicional y hasta 250 pesos si incluye algún relleno de crema chantillí o de avellanas. Si se adquiere el mismo pan de muerto en Nueva York, el precio puede ir de 1,75 dólares a los 20 dólares por pieza, dependiendo del tamaño y el tipo de ingredientes que usen los comerciantes.

Buena parte de estos productos no se fabrican en México, aunque se vendan en los centros comerciales del país. Tan solo hace falta echar un vistazo a los estantes de los supermercados más populares de las grandes ciudades para darse cuenta de que las etiquetas dicen, en su mayoría, “hecho en China”, como el papel picado o las flores de cempasúchil de plástico.

“Vemos que muchos elementos tradicionales se han ido perdiendo, pero cada día buscamos de que al final no se pierda el mensaje de fondo, nuestra historia y el valor de la vida a través de nuestras artesanías”, dice en entrevista Magdiel Montalvo, directora general de Manos Creativas, asociación de artesanos, productores y promotores indígenas de los Pueblos Originarios y migrantes de México.

El riesgo de internacionalizar la cultura

La cultura y las tradiciones evolucionan con el tiempo, aunque hay sucesos que los pueden transformar radicalmente. En este caso, el éxito de películas como Coco, de Disney, y la saga de James Bond, Spectre, le cambiaron un poco el semblante a esta tradición. Axel Elías Jiménez, académico postdoctoral del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, dice en entrevista que estos fenómenos han puesto a la tradición como un objeto de consumo en nombre de México. “Son síntomas de una comercialización de la cultura que logramos ver y se percibe que sí ponen a relucir el que el día de muertos como un producto”, menciona el académico.

El Día de Muertos, identificado a nivel internacional como algo profundamente mexicano, también provoca un sentimiento de orgullo entre los nacionales de querer promoverlo hacia personas no mexicanas o que no necesariamente sienten identificación con este ritual hacia la muerte, por ejemplo, a través de estas películas.

Sin embargo, para Elías, se corre el riesgo de banalizar algo cuyo origen es más profundo. “El riesgo que yo veo es el de quienes tienen el poder de comercializar una tradición”, apunta, “Aunque la mayor parte de personas dirían que el Día de los Muertos es algo netamente mexicano, lo que pasa en torno a los productos es que quienes hacen negocio son las grandes empresas”, indica.

Ejemplos de mercadotecnia abundan. Desde marcas de alimentos que adoptan la estética del Día de Muertos para adornar sus productos hasta indumentaria de alta costura o de fast fashion que, argumentando que hacen un homenaje a las tradiciones, toman elementos como las flores de cempasúchil o el papel picado para adornar un par de tenis. “Como creadores del arte y la cultura en México, lo que apostamos es llegar a las nuevas generaciones con nuestras tradiciones y valores como son”, dice Montalvo.

La catrina, ese gran ícono de los muertos cosmopolitas

Ningún icono tan visible como La Catrina, concebida por José Guadalupe Posada hace más de 100 años, y que hoy ha evolucionado para convertirse en un símbolo de estética mexicana adoptado también por varias nacionalidades. Desde añadirle glitter, pedrería, grandes tocados y maquillaje de diseñador, La Catrina es uno de los disfraces favoritos cometidos en nombre del Día de Muertos.

“Se usa esta tradición como una base para fundamentar esa tradición racializada, indígena e indígena muerto, más que nada para crear estos productos culturales novedosos que apelan al consumidor internacional, no solo al mexicano, para que una persona en Estados Unidos que se quiera disfrazar le parezca una buena idea disfrazarse de catrina y le parezca cool”, dice Elías Jiménez.

Para Montalvo, la cultura que gira en torno al Día de Muertos no se trata de una dicotomía de buenos y malos. “Debemos aprovechar esa influencia y popularización para rescatar nuestra historia e identidad y no dejarlo en un tema solo comercial o de consumismo”, reflexiona. “El ser humano está por encima del negocio, hay que ver las ofrendas cómo lo que representan sus elementos y valorar la familia, nuestras raíces, y a nuestros artesanos en gastronomía y producción artesanal”, finaliza.

Este 1 y 2 de noviembre, miles de mexicanos acuden a visitar a sus difuntos en los panteones locales. Otros pondrán altares dedicados a sus muertos con mayor o menor cantidad de fruta, flores y panes de muertos. Unos más decidirán pasear por las calles disfrazados de La Catrina. Sea como festejen el Día de Muertos, se trata de una de las tradiciones más vivas de México.

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