El profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Comillas pasó por el programa “De cara al mundo” para analizar la relación entre Rusia y China tras la invasión rusa de Ucrania
En la última entrega de “De cara al mundo”, en Onda Madrid, contamos con la participación de José Manuel Sáenz Rotko, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Comillas y coautor del libro “La Guerra Fría, una historia inacabada”, quién desgranó las claves de la primera reunión entre Xi Jinping y Putin, después de la invasión rusa en Ucrania.
Guerra Fría, una historia inacabada, y lo que nos queda… porque estamos en plena “guerra caliente”.
La Guerra Fría históricamente es un concepto definido y acabo en 1989-1990; sin embargo, en la actualidad, hay muchos elementos de analogía con lo que fue aquel conflicto que en su momento durante 40 años enfrentó a Estados Unidos y la Unión Soviética. Hoy los actores son distintos, están los Estados Unidos ahí, pero el mundo no es tan bipolar como en su momento. Falta la amenaza de la destrucción mutua a través del armamento nuclear, pero sí que hay muchos elementos y, como quien dice, lo que nos queda.
¿Exagero si digo que lo que está en juego es el modo de vida occidental de las democracias liberales frente a populismos autoritarios como el de Putin o la dictadura de China?
Creo que siempre está en juego el sistema, en cuanto a que hay que defenderlo, nunca podemos, si miramos a la historia, dar por hecho que lo que tenemos se va a mantener en el tiempo. Las presiones en relaciones internacionales son constantes y cuando hay un vacío de poder se rellena, hubo un momento en los años 90, justo después de la Guerra Fría, en el que parecía que el mundo se volvía unipolar con ausencia de conflictos y un nuevo orden internacional que nunca llegó a implantarse.
Por tanto, ahora mismo hay serias y claras amenazas, hay retos a los que desde nuestra manera occidental de ver el mundo tenemos que hacer frente y cuanto más fuertes sean las amenazas más necesario es ser consciente de lo que somos, de lo que queremos ser y que medidas hay que tomar para defenderlo.
¿Puede estar Occidente asfixiado hoy en día por las crisis económicas, producto de la guerra de Irak, la de Afganistán, la pandemia de la COVID-19, etc.?
Considero que la situación económica actual nos afecta a todos; afecta también a China, el crecimiento chino ha caído, tiene una burbuja inmobiliaria impresionante que está a punto de estallar, graves problemas para China que, en definitiva, pueden llevar fácilmente a un problema social y, por tanto, a un problema de estabilidad política, aunque no creo que eso vaya a suceder. La economía es un elemento que juega a favor de rebajar la tensión en estas relaciones que podrían desembocar en una nueva Guerra Fría. En su momento, en la segunda mitad del siglo XX, no había prácticamente vinculaciones económicas entre un bloque y otro, la Unión Soviética y los EE. UU., hoy en día la economía China depende de nosotros como compradores y nosotros dependemos de China, sin entrar en cuestiones tecnológicas. Este puede ser un ámbito donde China tiene la necesidad de contar con nosotros y nosotros con ellos y, por tanto, tenemos la necesidad de entendernos, rebajar la tensión y hacer aquello que fuimos capaces de hacer en los años 60 en plena Guerra Fría. Para algunos, en 1962 se acabó la Guerra Fría, lo que después siguió ya no era Guerra Fría.
En estos días las armas no son los misiles, sino los mercados y las deudas, los ciberataques, los mercados cibernéticos, el espacio, etcétera. Batallas constantes que se dan día a día, sobre todo con los ataques cibernéticos, y que quizás la sociedad no lo conoce, pero donde hay muchísimo en juego.
Por supuesto, hay tensión, hay presión, para algunos hay guerra y hay guerra de manera muy distinta, con medios diferentes a los que se empleaban durante la Guerra Fría, y, precisamente, al no ser tan perceptibles para la opinión pública a lo mejor quedan menos evidentes.
Es algo perceptible en Ucrania, que es el escenario patético y trágico de lo que está ocurriendo, Taiwán puede ser otro escenario, pero lo que está en juego ahora mismo es la hegemonía internacional que tanto Rusia como China le están disputando a Estados Unidos y los países occidentales.
Considero que, sobre todo, China es quien la disputa, Rusia aspira a ser una potencia global, pero de alcance regional o continental porque no puede aspirar a más de lo que realmente puede llegar a ser, las posibilidades de Rusia son limitadas. Sin embargo, las de China le permiten proyectar una hegemonía a nivel global que es a lo que China abiertamente aspira y, al mismo tiempo, sin que eso limite la libertad de los otros actores y otras formas de ver el mundo. Es verdad que a China le falta un impulso ideológico en lo que persigue a diferencia de lo que sí tuvo la Unión Soviética en tiempos de la Guerra Fría, en China no se tiene interés en exportar el comunismo chino, sí que tiene interés en impulsar unos sistemas políticos autoritarios porque considera que son más eficientes que la democracia y, por tanto, por supuesto que los sistemas políticos autoritarios convertirían esos Estados en más fácilmente impermeables por parte de China.
¿Por qué nuestros lectores no deben perder la oportunidad de leer “La Guerra Fría, una historia inacabada”? Además, de para poder entender mejor lo que está pasando en la actualidad.
A veces pensamos que la Guerra Fría es una cuestión que pasó y gracias a que pasó nos enfrentamos a un futuro sin preocupaciones, debido un poco a la euforia exacerbada de los años 90, el fin de la historia que es algo que decía uno de los más influyentes pensadores políticos de aquel momento, y no es así. Hay que ser conscientes de ello, y este es el principal mensaje del libro, debemos ser capaces de mirar al pasado para poder darnos cuenta en el presente de lo que hay que hacer para evitar en el futuro la vuelta a ese pasado. China está intentando comprar, a través de la deuda en África y América Latina, el acceso a esas regiones geopolíticas. Por tanto, está no solamente intentando comprar la influencia a nivel global, sino que también está modificando el orden internacional de nuestro sistema, el orden internacional basado en normas, China está cambiando las normas y no nos estamos dando cuenta de que esto está pasando. En este libro intentamos desgranar esas claves, las aspiraciones chinas, los mecanismos para hacerlas realidad desde 2005 hasta la actualidad 2022.
¿Cómo se cambia el orden internacional?
Pues se cambia desde fuera y desde dentro, China lo está haciendo de las dos maneras, a través de la creación de mayorías en organizaciones internacionales que, a su vez, por el principio de libertad democrática se dan las normas que la mayoría decidan, a través de la influencia en una mayoría de países, a través de la deuda que obtiene de esos países es capaz de influir en el sentido de voto. Por eso vemos que organizaciones internacionales que definen el sentido del mundo, poco a poco, están yendo en la dirección que China pretende, tenemos que ser conscientes de todas estas cosas para presentar batalla. Por supuesto podemos dar la batalla en nuestro mundo libre, basado en los principios democráticos y el mercado libre. Estamos en un momento de despertar.
¿Somos conscientes de la gravedad de la situación y de todo lo que nos estamos jugando? Por ejemplo, cuando se vota el ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN, escuchas el debate en el Parlamento español y sale a relucir la cortedad de miras y la escasa categoría del debate.
Por supuesto, los debates nacionales suelen estar determinados por cuestiones de política nacional, por intereses y por la mirada de las próximas elecciones. Por otra parte, yo sí que creo que los actores que definen la acción de los Estados en Occidente son conscientes de la amenaza y han tomado la determinación de enfrentarla. El presidente Biden ha revitalizado un proyecto de unión de países en base al principio de libertad y democracia, es decir, vuelven las ideas. Dicho de otra manera, los principios y valores occidentales; al mismo tiempo, la Unión Europea ha plantado cara de una manera casi inesperadamente dura a la invasión rusa en Ucrania, que no deja de ser una manifestación práctica de las aspiraciones más globales de cambio del orden mundial. Tenemos que ser capaces de trasladar esa convicción en la cabeza de los dirigentes y los actores de política internacional al debate público, a la conciencia de la opinión pública para que en el sistema democrático las mayorías soporten también decisiones que tienen unas consecuencias directas en la vida de un individuo, como pasará este invierno, con el coste de la energía y, por tanto, con las temperaturas en nuestras casas y espacios públicos.
Nos encontramos en un momento de necesidad donde la Unión Europea debe tener una política energética común y no que cada uno mire por sus propios intereses.
Creo que lo que está pasando, como siempre que ha pasado en el proceso de integración europeo, es que hemos sabido aprovechar momentos de crisis para dar pasos hacia delante, esos pasos son más complicados de dar si nadie te empuja hacia delante. La lectura que se ha hecho en esta situación es la correcta, las cosas no suceden de un momento para otro, en esta tesitura se están sucediendo con una velocidad mucho más rápida de lo que estábamos acostumbrados. Unas sanciones duras, extremadamente duras, prácticamente únicas a un país que es relevante, un socio comercial importante, con todas las consecuencias que tienen para nuestras vidas, nuestra economía, nuestro crecimiento económico, para el PIB, para la inflación, etc. Esto es algo sorprendente, es importante, y a mí me lleva a ser optimista; la conciencia de que tenemos que defender aquel estilo de vida en el que creemos y que nos ha costado mucho construir, que vayamos a defenderlo adecuadamente.
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