El Covid-19 deja a decenas de miles de niños brasileños sin padres. Ahora, programas sociales específicos buscan compensar esa ausencia

La pandemia amaina en Brasil gracias a la fuerte adhesión de la población a la campaña de vacunación. Hace días que varios estados ya no registran muertes, pero al país aún le queda mucho para superar el trauma que supone haber perdido casi 610.0000 vidas. Detrás de los números hay miles de historias personales, algunas tan dramáticas como las de los huérfanos del Covid-19. En Brasil se cuentan por miles. Giovanna Gomes Mendes es una de ellas. Perdió a su padre y a su madre con 14 días de diferencia. Con 19 años, se ha tenido que hacer cargo de su hermana pequeña, de 11.

“Está siendo muy difícil sobrellevarlo, sobre todo por razones emocionales. Cuando perdí a mi madre pensé que a partir de ahí lo superaría, junto con mi padre y con mi hermana, que a pesar de todo conseguiríamos estabilizarnos, solo que después perdí a mi padre. Todo lo que había imaginado lo perdí de repente. Todo se derrumbó. Lidiar con esa pérdida es muy difícil, cuanto más tiempo pasa más los echo de menos”, explica en declaraciones a EL MUNDO.

Su dolor es el de miles de menores de edad. Un estudio del Imperial College de Londres estimó que alrededor de cinco millones de menores de 18 años en todo el mundo perdieron un padre, una madre, los dos, o los abuelos en caso de que les criaran. En Brasil, la cifra hasta mediados de octubre es de 168.500 niños y adolescentes desamparados. Se trata de una estimación, el impacto real podría ser mayor.

De alguna forma, Giovanna se convirtió en el rostro visible de todas esas historias que se están viviendo en silencio entre cuatro paredes. El pasado mes de octubre acudió al Senado en calidad de víctima del Covid-19, junto con otros familiares de fallecidos durante la pandemia.

Las víctimas estaban allí para recibir un homenaje de los parlamentarios y para cerrar de forma simbólica los trabajos de la comisión de investigación sobre el trabajo del Gobierno en la pandemia. La comisión del Senado acabó acusando al presidente Jair Bolsonaro de nueve delitos, incluido un crimen contra la Humanidad, por los resultados de su gestión negacionista.

Giovanna, igual que las otras víctimas, no fue al Senado para exhibir rencor, sino para explicar su testimonio a quien quisiera escuchar. “Me apoyé en mi hermana, y ella se apoyó en mi”, decía con la voz entrecortada. Consiguió sensibilizar a todo el país. El intérprete que traducía sus palabras al lenguaje de signos tuvo que retirarse porque no consiguió aguantar la emoción. Pese a todo, los senadores aliados del Gobierno, principalmente Flávio Bolsonaro, hijo del presidente, acusó a las víctimas de tener un historial de militancia y de haber sido escogidos a dedo para desgastar al Gobierno.

Para Giovanna, esta insinuación es la enésima falta de respeto y empatía: “El Gobierno se desgasta solo, no necesita militantes de ningún tipo”, rebate. “Cualquier persona con un mínimo de sentido común es contraria a este Gobierno, no hace falta estar politizado ni ser de izquierdas”, dice. Confiesa que ver los famosos vídeos de Bolsonaro relativizando la pandemia le hace más daño, así que intenta evitarlo a toda costa. En una ocasión, el presidente llegó a imitar a un paciente con falta de aire, provocando carcajadas en sus seguidores.

A la joven le espera ahora un mar de dudas. De momento vive con su hermana en casa de sus abuelos y confía en poder seguir estudiando odontología. Para ir tirando convocó en Internet un crowfunding, a la espera de empezar a recibir las prometidas ayudas sociales.Y es que el problema de los huérfanos ya entró en el radar de las políticas públicas, al menos en algunos estados de Brasil. Los de la región noreste, gobernados por partidos progresistas, se unieron para crear el programa ‘Nordeste Acoge’, que prevé una paga de 500 reales (78 euros) mensuales a los huérfanos menores de 21 años.

La secretaria de Asistencia Social del Gobierno del estado de Río Grande do Norte, Iris Maria de Oliveira, explica a este diario que el principal desafío es justamente detectar a esos huérfanos. “Es difícil identificarlos. Ese el trabajo que estamos haciendo ahora: cruzar los datos de mortalidad del sistema de salud con los datos del registro de las familias en situación de pobreza y pobreza extrema”, afirma.

En los nueve estados de la región noreste se espera que las ayudas beneficien al menos a 26.000 jóvenes. De momento, el Gobierno Bolsonaro no tiene planes de replicar algo así a nivel nacional, por lo que muchos se quedarán fuera, lamenta Oliveira: “Nosotros estamos supliendo mínimamente esa ausencia del Gobierno federal. No tengo ninguna duda en afirmar eso. Tendría un papel clave, podría llegar a mucha más escala en todo el territorio nacional”, dice.

Mientras, Giovanna y otros miles de niños esperan una ayuda con la que poder ir a la compra o financiar sus estudios. “Cuando pierdes a un padre y una madre siendo niño lo pierdes todo, tus pilares, las personas que te sostienen en la vida. Esos programas de ayuda son lo mínimo, y extremadamente necesarios”, comenta.

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