México, sin duda, el color de los mundiales de futbol con la mejor afición. Ni duda cabe.

El Mundial de Qatar me ha servido para ratificar una vez más que la afición mexicana es la mejor del mundo. No es que yo, al ser mexicano, la catalogue de esa manera, no, en verdad es admirable cómo miles de aficionados siguen ciegamente al equipo nacional que, contrariamente, en el campo de juego les ofrece más tristezas que alegrías.

Hay algo especial en la gente. En Qatar, se le detiene a los mexicanos identificados con el sombrero de charro o la vestimenta del Chapulín Colorado. Algunos traen trajes típicos de los estados de la República, los cuales llaman la atención de los extranjeros que buscan tomarse fotos con las coloridas vestimentas.

México, no su selección (esa regularmente ha quedado a deber), sino su gente, le da un toque muy colorido a la fiesta mundialista. Increíblemente, y aunque las autoridades qataríes impedían la entrada al país si no tenías boletos, los mexicanos se han dado la oportunidad de ingresar por un partido, pero buscan a como dé lugar ver a la selección en más encuentros en la cita mundialista.

Historias hay mil. Desde la persona que trajo playeras para venderlas y hacerse de dinero para comprar boletos, porque ya no le alcanzó el dinero, hasta aficionados que se han tenido que mudar de lugar porque se les acabó el dinero y son literalmente echados a la calle, aunque siempre hay un paisano que está presto para ayudar a quien lo requiera.

La identificación se da incluso en el metro donde la playera verde –a veces se confunde con la de Arabia Saudita— es el punto de unión de la gente que, sin conocerse, entabla plática por el sólo hecho de ser mexicano y sentirse cobijados por connacionales que también buscan una forma de entrenamiento en la mañanas soleadas de Doha, donde la gente se pasea en la búsqueda de un lugar donde ‘presumir’ sus colores.

México es el país que más aficionados tiene. Según las estadísticas, acudirían cerca de 60 mil mexicanos para ver a su selección, pero también deben sumarse los compatriotas que vienen de Estados Unidos. Están en todos lados, en el metro, en las calles, en los hoteles, siempre con la bandera amarrada a la cintura o como mascada en la cabeza para cubrirse de las inclemencias del fuerte calor de Qatar.

Uno puede platicar con la gente y las historias son, incluso, de personas que no saben de futbol. Es más, están en el estadio y preguntan si el partido contra Argentina servirá como eliminatoria para definir al siguiente rival. Eso sí, en las tribunas nadie les gana, porque como México no hay dos.

Ni las mejores selecciones del mundo tienen lo que posee la Selección Nacional. Aun y cuando no marcha bien el equipo del Tata existe la esperanza que México va a dar el salto de calidad de un momento a otro, como si los seleccionados escondieran algo que sólo ellos saben y que la gente ha esperado toda la vida.

Ni brasileños, ni argentinos, ni ingleses y tampoco alemanes. Desde hace cinco Copas del Mundo ,en las que he tenido la oportunidad de cubrir, no he visto una mejor afición que la mexicana, que muere por ver trascender a un equipo que le debe mucho, porque se ha quedado corto en medio del sacrificio que hacen miles por seguir a la Selección.

Es muy probable que en el Estadio Lusail de Qatar la mayoría vaya a ser de mexicanos y que frente a Arabia Saudita quizá la tribuna sea divida, pero la realidad es que, ante Polonia, el 974 era un reducto del Estadio Azteca en Qatar.

El mexicano se hace sentir y hace estremecer a los rivales porque apoya en todo momento a la Selección. México tendrá a favor el jugador número 12 en Lusail y los argentinos lo saben. Sólo falta que el equipo responda a ese apoyo irrestricto de miles y miles que sueñan con el quinto partido, no más, el quinto partido que al menos les permita pensar que el dinero y el tiempo invertido valió la pena. Mientras, el desmadre está garantizado.

México, sin duda, el color de los mundiales de futbol con la mejor afición del mundo. Ni duda cabe. ¡Salud!

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