Las empresas estadounidenses buscan limitar su exposición a los inconvenientes de fabricar mercancías en China y están trasladando su producción.

En un momento en que las empresas estadounidenses vuelven a calcular los riesgos de depender de las plantas chinas para fabricar sus productos, algunas están transfiriendo sus pedidos a un país mucho más cercano: México.

La tendencia de “deslocalización cercana”, o nearshoring, ha llamado la atención nada menos que de Walmart, el imperio minorista mundial con sede en Arkansas.

A principios del año pasado, cuando Walmart necesitaba un millón de dólares en uniformes de la empresa, más de 50.000 en un pedido. En lugar de recurrir a sus proveedores habituales en China, Walmart se los compraría a Preslow, un negocio familiar de indumentaria en México.

Era febrero de 2022 y parecía que era hora de hacer ajustes a los contornos del comercio mundial. La peor pandemia en un siglo había trastocado los fletes. El costo del transporte de mercancías por el Pacífico se había disparado y los puertos estaban atascados con embotellamientos flotantes, un indicio cruel de los peligros de depender de un solo país lejano para comprar mercancías clave.

Entre las empresas multinacionales, las décadas de confianza en los méritos económicos de fabricar en China enfrentaban un desafío avasallante, particularmente al intensificarse la animosidad entre Washington y Pekín.

En su despacho de Ciudad de México, Isaac Presburger, director de ventas en Preslow, recibió el pedido de Walmart como señal de una evolución del papel de su país en la economía, así como de las oportunidades surgidas de estar del mismo lado del océano Pacífico que Estados Unidos.

“Walmart tenía un gran problema con su abastecimiento”, recordó Presburger. “Dijeron, ‘OK, México, sálvame’”.

Un eje impulsor es la simple geografía. Enviar un contenedor lleno de productos de China a Estados Unidos por lo general tarda un mes, un marco temporal que se duplicó y hasta triplicó durante los peores momentos de la pandemia. Sin embargo, ese plazo puede zanjarse en dos semanas con las fábricas de México que abastecen a los comercios minoristas en Estados Unidos.

“Todos los que se abastecen de China entienden que no hay forma de sacarle la vuelta al océano Pacífico, no hay tecnología para eso”, dijo Raine Mahdi, fundador de Zipfox, una empresa con sede en San Diego que vincula fábricas en México con compañías estadounidenses que buscan alternativas a Asia. “Los clientes siempre tienen esta presión: ‘¿Puedes traerlo más rápido?’”

En los primeros 10 meses del año pasado, México exportó bienes por valor de 382.000 millones de dólares a Estados Unidos, un aumento de más del 20 por ciento, comparado con el mismo periodo en 2021, según datos del censo de EE. UU. Desde 2019, las importaciones estadounidenses de productos mexicanos han aumentado en más de un cuarto.

En 2021, los inversores estadounidenses llevaron más dinero a México que a China —tanto al comprar empresas como financiar proyectos, según un análisis del Instituto Global McKinsey.

China seguirá siendo casi sin duda un elemento central de la manufactura en los años por venir, dicen los expertos en comercio. Pero el viraje hacia México representa una redistribución marginal de la capacidad manufacturera del mundo cuando se reconocen los riesgos volátiles, que van de la realineación geopolítica a los retos del cambio climático.

“No se trata de la desglobalización”, comentó Michael Burns, socio en Murray Hill Group, una firma de inversión que se especializa en la cadena de suministro. “Es la siguiente fase de la globalización, que está enfocada en las redes regionales”.

Es una ironía histórica que México surja como un amortiguador potencial de los inconvenientes de la globalización para los estadounidenses.

Hace tres décadas, Ross Perot, el magnate que en aquel entonces postulaba a la presidencia, advirtió de “un gran sonido de succión al sur” cuando describió a México como una amenaza al llevarse los trabajos de los estadounidenses.

“La realidad es que México es la respuesta a algunos de nuestros retos”, dijo Shannon K. O’Neil, especialista en América Latina del Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York. “El comercio de Canadá o México, que están más cerca, es mucho más probable que cree y proteja empleos estadounidenses”.

Dado que Estados Unidos, México y Canadá comparten una gran zona de libre comercio, sus cadenas de suministro a menudo están entrelazadas. Cada país contribuye materia prima y componentes que se emplean en los productos terminados de los demás. Por ejemplo, los automóviles ensamblados en México dependen en gran medida de las autopartes que se producen en las plantas de Estados Unidos.

En total, un 40 por ciento del valor de las exportaciones de México a Estados Unidos consiste de partes y componentes fabricados en plantas estadounidenses, según un artículo especializado seminal. Sin embargo, solo el cuatro por ciento de las importaciones desde China son hechas en Estados Unidos.

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